A veces nos roban las palabras
Un jardín devorado por la niebla.
Mil y un demonios se columpian.
Yo.
Cabalgándome el corazón
una apatía visceral
enseña los dientes
al mismo espectáculo.
¿Cómo pudo ocurrir?
Tantas veces te había visto...
Y no pude dejar de mirarte.
Si.
Todo cambió.
Estrategia militar.
Para domesticar a la casualidad.
Para escuchar a tus ojos
mientras te hablaba de mí.
Y para beber tus silencios.
Fue entonces
cuando empecé a odiar a los poetas.
Porque todos los versos estaban construidos.
Porque todas las palabras estaban ocupadas.
Y es que las cosas que nunca te dije
debían oler a nuevas y a limpio.
Para convertirme al fin en verdad.
Y estallarte en mil colores imposibles dentro.
Luego el tiempo pasó.
Ya es sabido que el destino
a veces
es un mal chiste contado por un pésimo cómico.
Los mismos sitios.
Las mismas calles.
Recorridas a destiempo.
Ni estás.
Ni estoy.
No estamos.
Y mientras doblo esquinas sonrio.
Sigo odiando a los poetas.
Jamás utilizaré palabras de segunda mano.
Para decir lo que siento.
O para no decirlo.
MaLnaik